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NATALIA ALVARADO / 53 AÑOS / 

MAESTRA DE PRESCOLAR 

Ciudad de México, México

Hace aproximadamente doce años vivo la gracia de conocer a Dios por medio del meditar en

su palabra. Quiero compartirles que conocí el mensaje del evangelio desde muy niña y a la edad de

quince años fui bautizada en agua tomando la decisión de seguir a Dios fielmente. En ese tiempo también me comprometí a desempeñar un servicio de colaboración en mi congregación, sin embargo, sin darme

cuenta vivía la vida cristiana cumpliendo costumbres y tradiciones creyendo firmemente que así obtendría

la salvación; ignoraba muchas cosas acerca de quién es Dios y cuál era su voluntad para mí, incluso

predicaba y enseñaba acerca de Dios, pero sin conocerlo en realidad.   

Cuando comencé a ser instruida en cómo vivir diariamente una relación personal  con Dios, el primer impacto en mi vida fue que  Dios me confrontaba con la verdad de su palabra escrita y mi condición

de vida. Esto era algo en lo que nunca había reflexionado, pero al acercarme cada día a la palabra, una y

otra vez era confrontada con lo que yo vivía y con lo que Dios me hablaba en la Biblia. Así comenzó una

lucha entre lo que había conocido en mis primeros años de conversión y lo que la palabra de Dios me

hablaba diariamente; así viví mis primeros años meditando la palabra, en una lucha personal entre vivir la voluntad de Dios o el conocimiento intelectual o mi propia voluntad.  

Hoy Bendigo a Dios por la instrucción y el impulso que recibí de continuar meditando, pues solo así

entiendo que el Espíritu Santo de una manera progresiva fue abriendo mi entendimiento y muchas cosas que estaban arraigadas en mi mente y en mis sentimientos comenzaron a ser cambiadas sin darme

cuenta; el Espíritu de Dios estaba cambiando mi manera de pensar y de vivir en mi vida personal, en mi familia y en el servicio que desempeñaba en la congregación. Dios también me ha guiado a enseñar a mis hijos a tener una relación con Dios por medio del meditar la palabra y mi manera de instruir en la congregación comenzó a ser desde el conocimiento que recibía de Dios. 

Vivo agradecida con Dios, por permitirme la oportunidad de acercarme a su palabra   y conocerle.

Ahora puedo compartir con otros lo que Dios me ha enseñado e impulsarlos también a continuar meditando, pues el conocer a Dios es la vida eterna (Juan 17: 3) 

EMANUEL BARRETO / 30 AÑOS /

PROFESOR DE EDUCACIÓN FÍSICA

Misiones, Argentina

La meditación bíblica en mi vida produjo tiempos de cambios, fue un antes y un después, un nuevo comienzo.
El encontrarme con Dios todos los días, a través de su palabra, me lleva a conocerlo de una manera que nunca había experimentado; desarma todas mis estructuras y formas que tenía de verlo… me lleva a la verdad. 


Su palabra expone todo de mí, saca a luz mi interior y lo transforma; es una espada que penetra hasta lo más profundo de mi ser, hace morir mis deseos para que él pueda vivir en ellos y así llenar cada espacio vacío. 

Muchas veces me pregunté cuál era la voluntad de Dios para mi vida. Busqué respuestas por muchas partes, ignorando que todas estaban ahí, en él, en su palabra…. Cuando entendí esto, todo cambio, vivir en su voluntad es llevar una vida en obediencia a su palabra, es ser completamente dependiente de él. 

Delante de Dios no puedo fingir, no me puedo esconder, él conoce todo de mí y a pesar de todos mis pecados, errores, fracasos, decepciones (y puedo enumerar miles) él me perdona, me sana, me restaura, me levanta y me pone en un lugar de privilegio como hijo suyo. 

Una vida sin meditar en la palabra de Dios, es una vida vacía y sin sentido.

EVELYN MOON / 28 AÑOS /

MISIONERA

Buenos Aires, Argentina

Meditar en las Escrituras es uno de los hechos más violentos y sangrientos que vivo en mi vida diaria. Sí, porque la Palabra pone al descubierto mi pecado y debilidad, me deja ver todo el orgullo, la jactancia, la vanagloria, el egoísmo, los deseos terrenales y las ambiciones más secretas de mi corazón. Cuando medito verdaderamente la Palabra, me encuentro personalmente con Dios cara a cara y entiendo cuánto me falta todavía por comprender su inmenso amor y practicar su eterna misericordia. Pero meditar en las Escrituras se trata también del privilegio más glorioso que Dios me pueda haber dado, porque me quebranta a la imagen preciosa de su hijo Jesucristo, me transforma y vivifica por el poder de la resurrección. 

Mi relación con el Señor va creciendo más y más en esta conversación diaria a través de la Palabra. Cuanto más medito la Biblia, más comprendo su majestad inmensurable, más veo su eternidad incontenible y más entiendo su sabiduría insondable. Cuanto más medito la Biblia, más conozco a mi rey Jesucristo quien está vivo hoy y desea enseñarme de él, más deliciosa hallo la ley de Jehová, más deseo depender de él y más me humillo y someto a su voluntad aunque implique despedazar todo mi ser para que solo reine él.  

Solo en la Palabra que revela a Cristo está escondida nuestra vida. Acerquémonos a las Escrituras para hallarla.

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